La bienal nómada europea ha llegado a la Barcelona metropolitana (12 ciudades distintas) después de muchos años de trabajo desde que empezaron a pensarla desde el Ayuntamiento de Barcelona.
Pero Manifiesta no es una bienal más, un festival de arte que pasea artistas internacionales por pabellones temporales.
Para verla hay que ir a Sant Adrià (no se pierdan la térmica, la catedral civil de la ciudad), a la Roca Umbert de Granollers, Al Monasterio de Sant Cugat, a la antigua cárcel de Mataró, o al ladito de las pistas del aeropuesto del Prat en la maravillosa casa Gomis de la Ricarda.
No es un capricho. Si uno pasea por las sedes de Manifiesta descubrirá que la ciudad ha mutado. Hoy es una región metropolitana de 5 millones de habitantes, un salto de escala parecido al de mediados de XIX cuando Cerdà imaginó la Barcelona industrial y multiplicó por ocho su territorio.
Manifiesta pone el foco en los manantiales de centralidad cultural que campan por nuestra vasta región metropolitana. Y se presenta a si misma como una incubadora para transformar el territorio y dejar un legado a todos los espacios que ha abierto y activado.
Frente a los retos ecosociales, laborales y de modelo de ciudad, Manifiesta se sirve del arte contemporáneo para explorar las tensiones del territorio e imaginar futuros posibles.
Y lo hace recuperando, al mismo tiempo, la memoria obrera de los espacios que ocupa, las luchas ciudadanas que nos han precedido, poniendo el foco en los conflictos actuales como la ecocida ampliación del aeropuesto o los procesos de desindustrialización.
Seguro que los próximos tres meses de Manifiesta serán un éxito.
Cartel Manifiesta 15, Barcelona Metropolitana 2024. Fuente Ayuntamiento de Barcelona