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Esperanza y utopía. El diseño entre 1900 y 1939

Cartel Esperanza y utopía. El diseño entre 1900 y 1939.

Cartel Esperanza y utopía. El diseño entre 1900 y 1939.

La exposición Esperanza y Utopía. El diseño entre 1900 y 1939 presenta, a través de las colecciones del Museo Nacional de Artes Decorativas, un recorrido por los temas que preocuparon a los diseñadores en una época histórica tan convulsa como llena de creatividad. Arranca con una mirada a los últimos años del siglo XIX, —pues en ellos se gestaron muchas de las ideas desarrolladas después de 1918— y finaliza en 1939 con la Segunda Guerra Mundial, un contexto en el que dejaron de tener cabida los sueños de cambio social. Aunque la utopía no pudo hacerse realidad, dejó un legado extraordinario que llega hasta nuestros días. Los años comprendidos entre 1900 y 1939 fueron un periodo de especial importancia para la historia del diseño, no solo porque se pusieron las bases de esta disciplina sino, también, porque fue una etapa de esperanza y utopía, impregnada de una fe auténtica en las posibilidades de los diseñadores para transformar positivamente la vida de los seres humanos. A lo largo del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la profesión —todavía joven y sin clara definición— había estado inmersa en un proceso de reforma y de modernización estética y técnica, en el que alcanzaron relevancia, entre otras cuestiones, la transmisión de la identidad nacional a través de los objetos de uso cotidiano, el papel del ornamento, la mejora de vida de las clases trabajadoras, a importancia de la belleza para el bienestar, y la producción artesanal frente a la industrial. Sin embargo, a partir de 1918, esos temas abrieron paso a otros como, por ejemplo, el derecho de las personas (sin distinción de clase o condición) a disfrutar de una existencia digna, la adaptación de los objetos y ambientes a las necesidades de la vida moderna, y la mejora de las condiciones higiénicas de la vivienda. Y es que, tras la experiencia de la contienda, los artistas, arquitectos y diseñadores más progresistas habían cambiado de intereses: estaban convencidos de que, a pesar de la destrucción que había asolado Europa, se iniciaba una «gran era» que supondría el fin de la avaricia, la ambición desmedida, el egoísmo, y el individualismo que habían originado el conflicto bélico y alimentado la injusticia social durante siglos. Esa «gran era» sería el comienzo de un sociedad «nueva», más universal, igualitaria, libre y justa, en la que surgiría un «hombre nuevo». Los arquitectos y, lo que hoy denominamos diseñadores, querían participar en su configuración, convencidos de que se podía conformar un mundo que fuera mejor en todos sus aspectos. El camino para lograrlo era diseñar y producir objetos, espacios, indumentaria y comunicaciones útiles, bellos —bajo un concepto de belleza basado en la sencillez— y asequibles para el mayor número de personas. Fueron esas las aspiraciones que impulsaron el concepto moderno de diseño. Coincidieron con el crecimiento del consumo de masas, especialmente en países como Gran Bretaña y Estados Unidos, mientras empezaba a cambiar el modelo de domesticidad (con una intensificación del componente femenino en la definición de los espacios y objetos), se transformaba el gusto, y surgían nuevos materiales y productos tecnológicos.

Exposición semipermanente.

Entrada gratuita.

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